Todos necesitamos escuelas abiertas.

 Hace semanas vengo leyendo opiniones diversas sobre la vuelta a clases, la apertura de los colegios y el retorno de profesores y alumnos a las aulas. 

Encontré de todo tipo. Las que ponen el énfasis en la salud pública, en lo pedagógico, lo emocional, lo social... y así podríamos seguir encontrando aún más ideas y temas. 


¿Y si empezamos al revés? ¿En qué puntos estamos de acuerdo? Creo que coincidiremos en que la educación en la vida de una persona hace a su esencia y evolución. De alguna manera preparando su inserción y contribución al futuro de su comunidad. La labor de la escuela en ese sentido es primordial. Para educar, todos necesitamos las escuelas abiertas.   


Quizás acordaríamos también en que la escuela cumple un rol que va más allá del de formar académicamente. Leer, escribir y sumar son importantes; pero el futuro le va a demandar a nuestros alumnos muchas más habilidades.  La escuela tiene un rol fundamental abriendo oportunidades. Para acompañar y equipar, todos necesitamos las escuelas abiertas y funcionando.  


Todos estaremos de acuerdo en la importancia de cuidarnos en estos tiempos de pandemia y la escuela cuida en muchos aspectos.  A sus alumnos, a las familias y así a su comunidad. No hace falta que enumere la cantidad de actividades que llevan adelante los docentes en sus escuelas, las que se generan a su alrededor y las que ésta convoca. Para cuidar, también necesitamos las escuelas abiertas.  


Los tiempos que estamos atravesando, la incertidumbre sobre el mañana, el desafío constante de mantenernos sanos; generan una miríada de emociones que es necesario aprender a reconocer, encausar, manifestar. En infinidad de situaciones, la escuela es ese espacio, es esa “oreja” donde podemos depositar tal inquietud. Para contener, todos necesitamos las escuelas abiertas.  



En donde seguro encontraríamos diferencias y matices sería en el cómo volver a abrir las escuelas. Y quizás las diferencias se relacionen con las expectativas. La pandemia nos enseñó que todo puede cambiar en pocas horas. La vida de todos cambió dramáticamente en cuestión de días. Sería utópico pensar que tal sacudón no afectaría a una institución tan inmensa como la escuela. Pensar que podemos volver a la escuela que conocemos es no mirar lo que está pasando. Es no entender que necesitamos adecuar nuestra cotidianeidad para seguir viviendo. Con otras formas, otras rutinas, otros cuidados, pero seguir viviendo.  


Necesitamos rescatar lo que aporta la escuela y recrear sus formatos adaptándolos a la realidad que hoy tenemos. Todos necesitamos las escuelas abiertas para seguir construyéndonos como sociedad.  


La pandemia atraviesa a cada país de diferente manera, el ejemplo del otro a veces sirve y otras no. Pero hay algunas estrategias que sí tienen valor como para intentar implementar. Quizás sirvan de referencia y como antecedente. Muchos países ya entendieron que necesitamos convivir de forma inteligente con el COVID-19. Distancia social, lavado de manos y barbijo. Fundamental también higiene, espacios abiertos y bien ventilados. Cuidarnos y cuidar.  


Teniendo en cuenta lo que está en juego y arriesgamos a perder si no nos ponemos al frente de la situación; no parece inalcanzable, ni tamaño esfuerzo. 



 

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